Desierto de California
Por Manuel Salvador Leyva M.
DESIERTO DE CALIFORNIA
Contemplar el desierto en California
es admirar el alma del silencio,
es palpar su quietud que es flor de polvo,
escuchando el concierto de su arena.
Es convivir la soledad doliente
de la triste tristeza de la tierra,
compartir la aridez y lejanía
del imperio soberbio de la espina.
Yo le rindo oración y pleitesía
a su piel calcinada de verano
y a su sol masculino e implacable
que soporta el nopal indiferente.
El desierto es oásis de sahuaros
y hortaliza de agaves y de zarsas,
de nopales, cardones, matorrales
y mural de horizontes sin frontera.
En noches enlunadas y tranquilas
que decora una gris melancolia,
el desierto es el himno de la nada
cual soneto secreto del olvido.
En el día es un páramo que suda
salitre, insolación y agonía…,
y en átomos de hoguera reverbera
el terco pensamiento de las dunas.
Es prófugo consorte de la lluvia
verdugo de los lirios y las rosas,
enemigo de lagos y riachuelos
y asesino tenaz de primaveras.
Sin embargo es edén inextinguible
de la vida increíble y subrealista,
de ofidios y animales nocturnales
que auspicia la pupila de noche.
El desierto es un mar inamovible
sinfonía telúrica de siglos,
es alfombra de brisas afroditas
por el lésbico beso de los vientos.
Por todo eso, mi voz, para el desierto
es devoción de amor a California,
porque es blazón donde la Patria empieza
y es tricolor prestigio de mi raza.
Fuente: http://www.artefenix.net/